Este
lugar es la posibilidad de conocer personalmente la época porfiriana.
Viviana
Cohen
Un mercado al sur de la capital, que te llevará a
otro tiempo.
A pesar de los cambios constantes en la fisionomía
de la Ciudad de México, resulta fascinante asegurar que todavía hay
lugares que parecen no haber sido tocados por el tiempo y
conservan la esencia, las costumbres y los inmuebles de la época en la que
fueron construidos.
Uno de esos sitios es por supuesto el Centro de
Tlalpan, una plaza sureña de otra época que está rodeada por una iglesia
del siglo XVI llamada San Agustín, por un Palacio Municipal; hecho
por el famoso arquitecto Antonio Rivas Mercado y por un interesante mercado que
aún conserva sus características originales.
El Mercado de la Paz es uno de los más
antiguos de la capital mexicana. Su construcción, hecha a base de
piedra roja, empezó en 1898, y su inauguración se llevó a cabo un 20 noviembre
del año 1900; el listón lo cortó el mismísimo Porfirio
Díaz, que se paró frente a la misma fachada que está en pie hoy, y
celebró la llegada de este lugar a la capital.
En sus inicios, este recinto comercial era muy
importante para las personas que vivían al sur de esta metrópoli puesto que era
el único mercado que había en la zona y abastecía a todas las
poblaciones foráneas, (Topilejo, Chicalco, San Pedro) cuyos habitantes iban ahí
en ferrocarril a comprar leña y a admirar una hermosa fuente adornada con
cabezas de león que estaba en el centro del sitio.
A pesar de todos los cambios que
han traído los años, el Mercado de la Paz conserva el
piso negro de los primeros días, unas columnas de cantera
preciosas y 161 puestos atendidos por
familias que han permanecido en este lugar al
menos cuatro décadas y si uno se acerca estas personas le
pueden contar historias asombrosas de la Ciudad de México.
En sus locales, en Mercado de la
Paz ofrece el color y los olores clásicos
que viven en los comercios folclóricos de la capital mexicana: frutas frescas, verduras sembradas en el campo
de nuestro país, hierbas que curan toda clase de enfermedades del cuerpo y del
alma, zapatos, disfraces, piñatas y esas chucherías
que uno no planeaba comprar, pero que a la salida están inexplicablemente en la
bolsa.
Además, en el Mercado de la Paz se puede degustar
lo mejor de la gastronomía nacional en las fondas y puestitos
que hay en su interior. Comida hecha por manos expertas que conocen de memoria
las recetas más emblemáticas de México y las preparan como nadie.
Es muy recomendable probar el caldo
tlalpeño hecho ahí. Se trata de una sopa deliciosa originaria de
Tlalpan, creación de una marchanta oriunda de la
delegación que tenía fama en el barrio de preparar los mejores caldos por su
sabor y porque les agregaba: chipotle, queso, aguacate y garbanzo.
Visitar
el Mercado de la Paz, es una oportunidad estupenda para
disfrutar de uno de lugares más hermosos e históricos que
hay la capital mexicana. También es la posibilidad de apoyar el
consumo local, una acción necesaria en estos tiempos de incertidumbre.
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