¿Cuándo
nos olvidamos de la importancia de los pequeños comercios?
Hoy caminé por los pasillos del Mercado La Dalia, en Santa María la Ribera.
Cada puesto rebosante de frutas, verduras, pollo, carne, pescado. Las compras de pánico no
han llegado a estos espacios. Los lugares donde buscamos salvación en momentos
de crisis son las grandes cadenas,
¿por qué no mejor apoyar el comercio local?
Imágenes de
pasillos del supermercado vacíos aparecieron en mi feed desde la semana pasada.
Las compras de pánico arrasaron con el gel sanitizante, pasaron por el papel de
baño, vaciaron el pasillo de enlatados y terminaron con la sección de verduras
congeladas. Pero ¿qué está pasando en el tianguis, las tienditas de abarrotes y
la carnicería del barrio?
Con el aislamiento y la prevención del contagio del COVID-19
todos los que hemos podido nos quedamos en casa. Advierten que a la par de la
crisis sanitaria nuestra economía se va a tambalear y aquí es cuando toca
replantear la forma en que consumimos. Las grandes cadenas tienen el capital para
sostenerse durante tiempos difíciles; no así las tienditas, los puestos en los
mercados y pequeños restaurantes que viven al día.
La falta de
comensales y compradores no solo afecta directamente la economía de estas
personas, también resulta en el desperdicio de esos alimentos frescos que nadie
se comió. Movimientos como el zero waste nos
han mostrado que hay tanto qué hacer con estos alimentos antes
de que sean inservibles.
¿Por qué no fermentar algunas verduras y
asegurar comida nutritiva para el futuro? Es el mejor momento de crear compotas
a partir de las frutas, reconectar con las técnicas de
conservación que se han utilizado durante siglos sin depender
únicamente del consumo de enlatados y alimentos procesados.
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