domingo, 14 de octubre de 2018

Carnavales de la Ciudad de México


La gran ciudad de México es por vocación un inmenso mosaico cultural de espacios comunitarios, héroes callejeros, celebraciones íntimas, mujeres luchonas, pueblos, colonias y barrios fiesteros, tronido de cuetes, ferias y, por supuesto, carnavales. Así, irrumpiendo la rutina de los días, pintando de colorido las calles de siempre y acompasando el andar con danzas y músicas atemporales, mujeres, hombres, abuelas y abuelos, niñas y niños inundan paseos y arterias viales para anunciar a todos que la fiesta ha llegado. No cualquier festividad, sino la de carnaval, la que todo lo invierte, la que reconstituye, la que precede en muchas ocasiones al primer Miércoles de Ceniza, pero en muchas otras se extiende sobre un calendario cubierto de nuevas jornadas. La memoria popular sobre esta fiesta hunde sus raíces en los tiempos en los que el presidente Juárez luchaba por combatir a los traidores de la patria. Anclados en aquella época, los recuerdos de los primeros carnavales articulan una mitología que lo mismo retrocede a los tiempos del arribo de los aztecas al Altiplano Central que a escenas de la vida campesina porfirista y surgen como respuesta a los intentos de modernización de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Sin embargo, pese a sus diferencias cada una de estas versiones del origen recupera el sueño igualitario de la inversión de roles, que tiene como fin alterar el orden habitual del mundo, para terminar la fiesta con un acto restaurador donde se castiga a los transgresores de los preceptos morales. Luego de escuchar los distintos testimonios de la defeña comunidad carnavalera quedan también de manifiesto los nexos familiares que unen a los moradores del Distrito Federal con quienes habitaron y habitan los estados de Tlaxcala, Morelos, Guerrero, Hidalgo y el circundante Estado de México, entre otros. Vínculos que por cierto fueron construidos sobre rutas comerciales y mercados regionales donde la Tierra Caliente, Costa Chica y Costa Grande, el Valle Poblano o la costa veracruzana siguen vivos en el imaginario colectivo...

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