La entidad administradora de los 11 mercados públicos de
Barranquilla, Promocentro, se encuentra en una situación difícil. Esperemos que
el Distrito acometa pronto su plan previsto de recuperación de esas plazas.
Uno de los espacios fundamentales en cualquier
ciudad que se precie de tener alma es –o debería ser– el mercado público.
Las buenas ciudades, las que cumplen a cabalidad
su cometido como aglutinador de colectivos humanos, se miden por la
calidad de sus mercados públicos y por el volumen de afluencia de
personas a esos centros de acopio.
En su mejor sentido urbano, el mercado no debería
limitarse a ser el sitio donde los ciudadanos realizan transacciones de
compra-venta. Si el espacio está bien concebido, si resulta realmente atractivo
para los habitantes de la ciudad, también está llamado a desempeñar un papel de
‘ágora’, como denominaban los antiguos griegos sus extensas plazas que lo mismo
servían para cerrar transacciones comerciales que para conversar sobre lo
humano y lo divino.
Barranquilla tiene once mercados públicos,
algunos de los cuales –Barranquillita, el de Granos, etc.– forman parte del
patrimonio sentimental de la ciudad. Sin embargo, la situación en que se
encuentran no es la más alentadora.
Según una información publicada por este diario
en su edición de ayer, la entidad pública encargada de la administración de los
citados mercados, Promocentro, no está en condiciones de garantizar el buen
funcionamiento de las plazas.
El organismo arrastra deudas laborales por $10
mil millones, incluidos salarios moratorios, cesantías. Primas de Navidad y
obligaciones con cajas de compensación. Por lo visto, los ingresos de
Promocentro, procedentes del alquiler de los puestos a los comerciantes,
resultan insuficientes no solo para responder a los 81 trabajadores en nómina,
sino para acometer obras perentorias de mantenimiento en los inmuebles.
El gerente de Desarrollo de Ciudad del Distrito,
Jaime Pumarejo, aseguró que el plan de recuperación del Centro incluye el
rescate de los mercados públicos, para lo cual está prevista una inversión de
$35.000 millones. Antes, el Distrito deberá decidir la suerte de Promocentro:
si lo liquida o lo reestructura.
Confiamos en que así sea. Los viejos mercados
públicos se enfrentan, sin duda, a la competencia de las grandes y modernas
superficies comerciales. Sin embargo, en nuestra opinión, existe espacio para
todos, porque se trata de distintas aproximaciones al ejercicio de comprar.
No hay más que echar un vistazo a las ciudades
más desarrolladas para constatar cómo coexisten los novísimos centros
comerciales con los vetustos mercados de toda la vida. Eso sí, bien conservados
y, en ocasiones, sometidos a inteligentes reformas arquitectónicas para
adaptarlos a las exigencias de los tiempos actuales.
Vale la pena recuperar los mercados. El Distrito
hará bien en seguir por esa senda.
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