noviembre
18, 2016
En este centro de comercio de la Ciudad de México
se ofertan artículos de cerámica, artesanales, decorativos, esotéricos y
herbolarios… también perros, gatos, conejos, patos, pájaros, palomas, gallinas
y hasta chivos y borregos. Es el mercado de Sonora, situado en la Avenida Fray
Servando Teresa de Mier, casi esquina con Avenida Circunvalación.
El movimiento ahí dentro comienza a las seis de la
mañana. Los establecimientos empiezan a ser lavados desde la primera hora de la
mañana para aminorar el olor de los animales que pasan la noche ahí.
A pesar de que las jaulas se observan viejas y
desgastadas por el uso y pudiera parecer que los animales que las habitan
sufren de maltrato, no es así. Se les da de comer una o dos veces al día y
están en constante movimiento para que no se dañen a sí mismos.
A los gatos y perros se les cambia cada que es
requerido los pliegues de periódico que se ponen para las heces. De igual
manera se les da de comer dos veces al día y duermen esperando a que alguien
llegue a comprarlos.
“La gente que no está acostumbrada a venir y ver a
los animales así, se enoja, pero no sabe cómo trabajamos y no saben cómo
cuidamos a los animales, porque piensan que los maltratamos, pero nosotros
debemos cuidarlos porque es pérdida para nosotros, no nos conviene”, platicó
María Luisa, comerciante de chivos.
Los gallos o gallinas van de los 80 a 120 pesos;
las palomas cuestan aproximadamente 55 y los chivos van desde los 600 a los
800.
“Yo sólo vendo, les doy lo que me piden, por eso
tengo velas, yo no les pregunto para qué quieran a los animales, en cuanto los
pagan pasan a ser de ellos y ya hacen lo que quieren”, dice Vicente Martínez
quien lleva aproximadamente 40 años trabajando ahí.
Al caminar por los pasillos se pueden ver cientos
de jaulas con diversos animales, tres pequeños perros de la raza Husky, gatos
persa dormidos y otros recién nacidos intentando entrar en calor pegados unos
con otros.
Casi no puede mantener una conversación por los
constantes ruidos que hacen los pájaros, gallinas y borregos, hasta que es
mejor gritar un poco para que la otra persona entienda lo que se dice.
Mientras los chalanes de Vicente entran en la
pequeña jaula de los chivos para darles de comer, llegan tres amigos para pedir
un gallo blanco, una gallina blanca para después meterlos en una pequeña caja
de cartón con una paloma blanca.
–¿No tiene caracoles abiertos?
–No, joven, ahora sí le quedo mal–, contestó
Vicente mientras apuntaba la cuenta.
“Estas cosas son para la santería, pero yo ya no
pregunto más”, informó.
Pero del otro lado, en la jaula de los chivos, el
chalan avienta al piso el cuerpo de una gallina.
“Todos los
días amanecen dos o tres muertas porque se aplastan y ya las aventamos allá
atrás en el basurero”, explicó el joven con las manos llenas de comida para
aves.
A los borregos y chivos que todavía son muy
pequeños les dan leche en mamila dos veces al día y se les pone aserrín para
calentarse en la noche.
Explica el señor Vicente que cuida y procura a los
animales, pues los comerciantes que llegan de Puebla, Toluca o del Estado de
México son los que le surten los animales que tiene, por lo que su inversión va
de aproximadamente 15 mil pesos, más los extras por comprar la comida y
alimentarlos de la manera adecuada; “tengo que cuidar a mis animales porque es
pérdida para mí”.
En el local vecino de Vicente, una señora vende
conejos y patos.
Cuenta que los patos y los conejos por lo regular
se los llevan las personas de los restaurantes ya que los utilizan para
cocinarlos. Los patos tienen un valor aproximado de 350 y varía el precio de
acuerdo a su color y tamaño, de igual manera los conejos cuestan de entre 80 a
300 pesos.
María Luisa de un establecimiento con docenas de
chivos explicó que cada chivo lo deja estar en contacto con los otros
aproximadamente una hora y después los saca a un espacio más abierto para que
descansen o se estiren, pues dice que tenerlos tanto tiempo encerrados les
causan problemas en las patas.
Sus hijos le ayudan a darles de comer a las
gallinas y a los chivos mientras los besan en la cara y dejan que les besen las
manos, en tanto que los chivos casi recién nacidos buscan el cariño de todo
aquel que pasa.